El eco de las sombras by Txemi Parra

El eco de las sombras by Txemi Parra

autor:Txemi Parra [Parra, Txemi]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-10-04T00:00:00+00:00


41

—¿Podemos hablar en un lugar más discreto? —Juani hace pasar a los dos guardias civiles que han llamado a su puerta y les indica el camino—. Por aquí, por favor.

La teniente Maldonado y el sargento Bermúdez siguen a la mujer hasta la cocina. La pila está rebosante de cacerolas, sartenes y platos sucios; en el centro hay una mesa de madera con restos de comida, barras de pan, distintos tarros de mermelada y una gran cesta con frutas y verduras. Un aroma a café recién hecho inunda la estancia.

—Como ven, estoy muy liada. Ya hablé con su compañero y le dije que fue todo una chiquillada. No hace falta remover más la mierda. Está todo olvidado.

—Señora, nosotros no removemos mierda, cumplimos con nuestro trabajo —responde Gloria con sequedad—. Supongo que se refiere a la pelea. ¿Estaba presente cuando ocurrió?

—Ya le dije a su compañero que…

—Ahora está hablando con nosotros —interrumpe la teniente—, así que olvídese de compañeros y de gaitas y céntrese en responder a las preguntas. ¿Qué pasó?

—Bien… —Juani se aclara la garganta, le impone el tono y la presencia de la guardia civil—. A ver…, la niña, digo niña, pero tendrá unos quince años, una mujercita, estaba tomando el sol en el patio. Uno de los huéspedes, Sebas, fue a hablar con ella. La niña estaba en topless, el padre se enfadó, discutieron y a Ramón, el padre, se le escapó un puñetazo. Eso fue todo.

—¿Cuándo ocurrió?

—El miércoles por la mañana. Luego la familia se fue de excursión. Sebas se fue a lo suyo y ya está. Todos tan amigos. Ya le digo, una chiquillada.

—¿Quién más estuvo presente durante la pelea?

—La madre de la niña y yo, nadie más.

—¿Cómo se llama? —pregunta el sargento con la libreta y el bolígrafo en la mano.

—¿La madre? —Bermúdez asiente—. María. Es una mujer muy amable. Muy buena gente. Menudo disgusto se llevó, la pobre.

—¿Cuándo fue la última vez que vio al señor Cornejo? —pregunta la teniente. Juani la mira con gesto de no saber de quién le habla—. A Sebas.

—Ah. Ayer, ayer por la tarde. Lo vi cuando volvió del monte, sale todos los días a hacer fotos a los pajaricos, es su afición, y luego me crucé con él cuando se iba.

—¿A qué hora se fue?

—No sé, serían las nueve o así, aún no había oscurecido. ¿Ha pasado algo?

—¿Le dijo algo, a dónde iba, con quién?

—No no, no hablamos. Ya le digo que me lo crucé. Era la hora de las cenas y ya me ven cómo voy, como puta por rastrojo. Un no parar, y así todos los días. ¿Todo esto qué tiene que ver con la pelea?

—Responda a las preguntas, ¿quiere? Ahora, haga memoria. ¿Sabe si, cuando se fue, llevaba la cámara de fotos?

—Uy, no hay que pensar mucho. La llevaba colgada en bandolera, me acuerdo perfectamente porque la lleva a todos los lados. No se la quita ni pa ir al baño, es una fijación, lo que tiene.

Los guardias intercambian una mirada cómplice.

—Esto es todo por el momento.



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